El marketing fue, durante años y de alguna manera, una especie de acto de fe. Mensajes genéricos orientados a públicos amplios con la esperanza de que, por azar, alguno de todos esos receptores se sintiera interpelado. No vamos a negar su efectividad: tuvo excelentes resultados mientras funcionó. Pero nada es para siempre y esa mirada, en la época de la IA, de los datos y del targeting inteligente, suena obsoleta.
En qué consiste el targeting inteligente? Nada menos que hablarle a la persona adecuada, en el momento justo y con el mensaje correcto. En la era de la hiperpersonalización, en la que cada consumidor puede conseguir lo que quiere tocando un par de veces la pantalla de su teléfono, es lo menos que podemos hacer si tenemos la intención de que nos presten atención.
La misma vida digital nos da las pistas que podemos seguir. En cada interacción con nuestros canales de ventas, con las redes sociales, con sus aplicaciones, los usuarios dejan pistas. Nos cuentan quiénes son, dónde están, qué buscan, qué les gusta. Si somos capaces de abrazar todos esos datos y de convertirlos en estrategia, desarrollaremos la habilidad de interpretar las señales, anticipar las necesidades y decirles exactamente lo que quieren escuchar.
La tecnología nos habilita otro qué, otro cómo y otro cuándo que trazan la brecha entre el impacto y la indiferencia.
En efecto, las campañas digitales actuales van mucho más allá de las variables demográficas o las líneas de segmentación básicas. Hoy, la edad o el género no nos dicen casi nada de las personas. Pero sí lo hacen sus comportamientos en línea, sus hábitos de navegación, su geolocalización en tiempo real, sus patrones de consumo o aquello que estén buscando en Google o preguntándole a la IA.
Cómo podemos llevar todo esto a la práctica? Las herramientas sobran. Te describimos algunas en las que podemos aplicar el targeting inteligente:
– Audiencias personalizadas. Nos permite llegar a quienes ya interactuaron con nuestra marca. Si captamos de manera inteligente lo que nos preguntaron, lo que buscaron, la app que descargaron o los datos que decidieron compartirnos, podemos construir anuncios relevantes que capitalicen todo ese conocimiento.
– Retargeting. Un caso particular del anterior. Es nuestra segunda (o tercera, o cuarta, o la que necesitemos) oportunidad para llevar a conversión a quienes visitaron alguno de nuestros canales de venta sin concretar. Por ejemplo, se les puede ofrecer un descuento por ese producto que miraron durante una hora y cuarto sin decidirse a pulsar el botón “Completar compra”.
– Lookalike audiences. Consiste en contactar usuarios que comparten atributos clave con quienes ya son nuestros clientes. Si fuimos buenos para satisfacer a estos últimos, también lo seremos para satisfacer a los que se le parecen.
– Segmentación por intención de búsqueda. Aquí la idea es detectar señales de interés y activar campañas que respondan de inmediato a esas necesidades. ¿Alguien puso “cafetera cápsulas económica” en Google? ¡Por qué hacerlo esperar!
Hablamos de beneficios? En principio, la precisión del targeting inteligente mejora la conversión. Pero no se limita a eso: también optimiza el presupuesto (cada peso invertido en la campaña tiene un retorno) y construye experiencias más relevantes, con todo lo que eso implica en términos de fidelización. Además, emitimos menos anuncios invasivos o desubicados y más oportunidades para conectar de verdad.
Y para que no parezca quees todo color de rosa, también te dejamos una advertencia: para alcanzar resultados no alcanza con implementar soluciones tecnológicas. Es imprescindible combinar esas innovaciones con inteligencia de datos y, por supuesto, la infaltable creatividad.
En estos tiempos digitales en que se vive a máxima velocidad, uno de los recursos más escasos es la atención de nuestros potenciales consumidores. El targeting inteligente es apostar a la posibilidad de que decidan invertirla en nuestra marca.
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